viernes, 14 de enero de 2011

Cuentos Tiernos... (I)


No Normal

En su cuarto solo hay oscuridad; una oscuridad natural propia de todo el medio circundante. Cierto es que su desenvolvimiento es un crimen por lo limitado de espacio que es su mundo. En su estrechez todo le parece normal. Con mínima lucidez figura objetos a medio metro, más distancia y únicamente observa penumbras. Solo, completamente solo, esa es su comprensión del mundo. Pasa la mayor parte del tiempo en la esquina izquierda del cuartucho. Cuando escucha golpes del otro lado de la diminuta puerta, se arrastra lenta y penosamente, la abren un poco, entra ese extraño rayo que molesta sus ojos, mira rodar hacia él un platillo repleto, y con avidez descontrolada, devora su contenido; momentos después vuelve a abrirse la puerta, penetra de nuevo el resplandor que martiriza sus ojos y como siempre, vuelven a llevarse el platillo vacio.

Esa es la rutina de su existencia. Pasa el tiempo y la escena se repite y se repite hasta hacerse mecánica. De vez en cuando, del otro lado de los muros, se escuchan gemidos y murmullos espantosos que lo hacen estremecer, temblar, y suda asustado. Tenía en su interior la temible intriga de saber que era aquello. Pero esos “ruidos” se presentaban esporádicamente, y cuando sucedían eran efímeros. Olvidaba por completo la ocurrencia de esos sonidos, que a sus oidos eran tenebrosos y chillones, entonces retornaban de nuevo, para a poco rato silenciarse. El cuartucho -su mundo- permanece espantosamente maloliente; al principio era insoportable, indeseable. No era raro que vomitara. Pasado el tiempo se acostumbró. De tiempo en tiempo despertaba y el ambiente había cambiado; agradables olores lo rodeaban y se sentía fresco. Aspiraba y aspiraba tratando de tragarse todo el aroma exquisito que lo bañaba ¡como anhelaba que llegaran esos días! Pero ese placer también era efimero.

Desenvolvíase así precariamente, entre su ahogador espacio y sus inmundicias, observando matemática y rigurosamente las mismas escenas en el transcurso de su existencia. Pero un día al abrirse la puerta y entrar el rayo que lo molestaba, se quedo quieto en su rincon. No sentia hambre. La joven que se encontraba del otro lado, encontró extraño que él no se lanzara desesperadamente al platillo ya colocado en el suelo. Demoró unos instantes por encima de lo acostumbrado, temiendo que saliera, cerró la puerta y se alejo intrigada. Mantener la puerta abierta, hizo que el cuartucho se aclarara el tiempo suficiente para él notar que, por encima de su cabeza, se encuentra algo parecido a la puertita que eternamente habia visto abrir y cerrar. Sintió curiosidad por tocarla. No la alcanza, es necesario estar de pié y él, apenas, lastimosamente y con mucho esfuerzo, logra arrastrarse.

Su inteligencia primaria lo empuja a subirse en la pequeña mesita que en ocasiones le servía como juego. Con gran esfuerzo, extiende sus brazos hacia arriba. La curiosidad y el deseo lo colman. Tiene la sensación de recibir algo importante, de hacer un descubrimiento. Su razón primitiva no puede explicarle que sucede. El conocimiento de lo nuevo lo embriaga sin conscientivamente saberlo. Logra alcanzar la ventanilla, sus fuertes y deformes brazos, mas largos que sus piernas, cargaron su extraña forma famélica y en el instintivo intento de escalar, abrio las hojas. Los rayos del sol penetraron en el cuartucho y se adentraron violentamente en sus retinas. Cayó fulminado por el dolor en los ojos, seguido por la ceguera momentanea que le producía. Luego se acostumbró a la luz y ya repuesto se lanzó hacia su objetivo; los largos brazos atravesaron el espacio entre las hojas y sosteniendose del borde externo logró con relativa facilidad cargar su cuerpo. 

Tímidamente acercó su irregular rostro buscando contemplar. Sus verdes ojos se abrieron hasta parecer dos esferas. Observó desde el segundo piso donde vive, la libertad y amplitud del mundo, la belleza inmesurable de los arboles, la indeciblemente iluminada naturaleza. Vió, sintiendo honda amargura, los niños correteando, jugando, y asimiló con horror el espanto de sus limitaciones. Observó los autos, el transitar apacible de la gente, el colorido de sus ropas. Su inutilidad corporal no afectó nunca su natural inteligencia. El medio austero y espacialmente limitado retrasaron su desarrollo pero no lograron idiotizarlo. Se dejó caer en la mesita, luego bajo al piso, con los ojos verdes inmensamente abiertos se refugió en su rincón. Trató contener el llanto; su garganta se anudó, sintió violentas sacudidas de su caja toráxica, su estrecho diafragma se convulsionó y recostando su “espalda” en la pared, lloró amarga y tranquilamente la comprensión de su desgracia.

10 comentarios:

Ana dijo...

una desgracia solitaria en un cuarto, la falta de libertad añadida a sus pesares. TRISTE RELATO.

besitos

Mabel G. dijo...

Este cuento lo leeré con tiempo, lo prometo ! (estoy escasa de él, como te dije antes)
Pero dime Soy, tienes el link para bajar Zeitgeist?
Gracias !! un abrazo!

soy... dijo...

Si, te lo dejaré en tu blog.

Gracias.

Mabel G. dijo...

¿Quién era este pobre ser maltrecho. arrinconado y de ojos verdes?
¿en quién pensabas, Soy, al describirlo?
Es un relato excelente, lleno de matices y que me hizo vivir el momento de esta pobre criatura... (¿hombre? ¿animal?)
Me ha cautivado tu relato tan bien llevado y me ha dejado llena de dudas.
Un abrazo.

soy... dijo...

Mabel

Es una serie de cuentos.

Espero leas los siguientes.

Gracias.

Ly dijo...

Soy parte de tu relato, ojos verdes que miran lo que nunca vieron ...

Me impacto ... genial

Ly

soy... dijo...

Bienvenida al blog lillyana.

Espero leas los demás.

Gracias.

soy... dijo...

Pero los hombre no leen?

quien entiende.

David Cotos dijo...

Me gusta lo detallado que haces la descripción del personaje y sus temores y motivaciones.

soy... dijo...

David C.

De nuevo te veo caminando por rincones añejos de mi blog.

Un saludo.