miércoles, 29 de diciembre de 2010

Metafísica...


Si mueve su cabeza arriba o abajo o hacia ambos lados de los hombros o si quiere leer, ajusta para los diferentes tamaños de las letras y debe reiniciar el enfoque adecuado para cada situación. Esto no lo limita. Las lentes, parecidas al zum de las camaras reciben graduación rotando circularmente índices y pulgares de cada mano. Debemos figurarlas como si fueran binoculares. Su ralentizada capacidad de reaccionar se manifiesta en la dificultad de no reconocer a ninguna distancia el rostro de las personas  y esto lo forza a mantener los dedos girando una y otra vez sobre las insólitas gafas. Pero Ariel es superior, su determinación no se trueca por ello; su capacidad en el accionar es indiscutible. Suple la limitación óptica con una significativa velocidad mental que lo ha consagrado como líder natural. Su cultura, reconocida por todos como enciclopédica complementa sus condiciones.

Al no poder distinguir amigos o conocidos y como le resulta tedioso -y odioso- manipular eternamente sus espejuelos se auxilia para el reconocimiento del entorno de sus agudizados sentidos. Como un felino puede reconocer a doble distancia del lindero de la audicion normal, una voz humana. Entre todas sus capacidades sensitivas y sin compararla con el sexto sentido creado por su admirada capacidad cerebral, la mas extraña es la del olfato. Traidos por el viento llegan los aromas y sin dificultad aparente dice el nombre correspondiente de las personas que se acercan. Bien es sabido que el olfato es el acompañante eterno del sentido del gusto, sus inclinaciones alimentarias espantarían al mas encopetado mortal. Pero él es Ariel y los demás son los demás; quienes le acompañan, quienes le admiran, quienes le temen, quienes le odian saben de él.

Su habitad es de lo más regular, una casa de dos niveles con grandes ventanales de cristal rodeando todo el segundo piso, con profundo patio trasero en donde se puede ver un pequeño camino con árboles decorativos a ambos lados que conduce hasta la piscina y a la izquierda de esta un gazebo de techo rojizo con algunas sillas bien dispuestas y una hamaca clásica movida por la brisa tibia del lugar. Su sharón le generaba tal confusión que lo sentía parte de su personalidad y lo vivía como si fuera un miembro más de su cuerpo. Días transitaron en los que llegó a referirse a el -con la sorpresa silente de sus seguidores y amigos-  como si fuera una parte anatómica complementaria, otros en los cuales tuvo la alucinación de nombrarlo como persona independiente.

Esta dualidad no era conocida por los seguidores, sus colaboradores cumplían disciplinadamente con la discreción de no divulgarla. Para la gente su sharón era su principal asesor. Como todo humano con discapacidades se esperan momentos de crisis con el avance de la edad; no debe desconcertar que estas cristalicen diferentes e infladas en una  identidad compleja. El dia que se desato la desgracia Ariel estaba reunido en su casa, sintió algo moverse dentro de su cuerpo seguido de una ligera nausea; pidió permiso para ir a su habitación, caminó por el corredor iluminado intensamente por luz blanca, abrió la puerta y con cierto desespere se quitó el saco y la camisa. 

No observó nada en su abdomen pero lo sentía expandirse irregularmente, como si mil brazos empujaran hacia afuera; había ingerido la misma comida y la misma porción de siempre, era correcto con su dieta, seguida de cerca por un nutricionista que le admiraba y que no atentaría contra el. Pensó en la bebida, en el aperitivo, en el agua; la respiración lo ahogaba, abría la boca jadeando y creyó lo peor. En un segundo sintió que un globo se inflaba en su laringe y supuso que lo que se movía en su cuerpo avanzaba hacia su cabeza. Intentó pararse de la cama pero notó que no era dueño de sus piernas. Luchaba como el gladiador que fué, con su alma, con su corazón. 

No podía dejarse quitar su cerebro, el ser - o seres -  que lo desalojaba del control de su cuerpo era el dueño absoluto de este. Mantendría su guerra pero ahora internamente, no podía llorar ni gritar pero no permitiría que le quitaran el soñar, era su nuevo motivo para vivir, pero vivir con sentido, como siempre consideró que hizo. No sabe el tiempo que tiene en su estado; imposibilitado de trasladarse, de sentir, de conversar, busca en todos los que recuerda la explicación de lo que considera traición pero no la encuentra. Esta respuesta se la darían unos gemidos angustiosos que escucha en su interior, gritos horrorosos que lo hacen creer que ya muerto, avanza hacia el infierno de los cristianos.

Recuerda ¡no tenía que hacer más nada! Sólo recordar... la playa prohibida, chatila ¿quien pensaría que son ciertas las leyendas sobre ella? ¿cómo una persona culta temblaría ante ilusas profecías? El linaje de mi sangre está privado de sus saladas aguas y yo nadé en ellas colmado de soberbia, me zambullí en chatila cuantas veces me brotaron las ganas, braceé hasta la islita de gaza y me senté en la silla sabra burlandome de sus iconos, que es lo mismo que de su gente.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Contemplación de la Idea...


El hombre se recuerda como una miscelanea de recuerdos dañinos y situaciones angustiosas. Siente que posee el delicioso prestigio de asimilar, la maravillosa virtud de comprender, la increible suerte de conocer, apoyado siempre en lo intangible. Es espaciosa sin límites la idea, ella navega en aguas profundas y arropa la superficialidad de los mares de atolondramiento perturbando positivamente la naturaleza que la conforma. Su imaginación no es ya sueño de la conciencia sino energía misma creadora transmutadora de lo sublime,  pulverizadora de lo nefasto. Sin imaginacion consciente y creadora no pasara de ser estorbadora de lo bello, canalizadora de trastornos egoicos, paridora de lo perverso...

domingo, 5 de diciembre de 2010

Contemplación de lo Etereo...


El tiempo no deja de ser el enemigo constante. Cuando se observa lo que no interesa y no se evalúa lo que intriga no queda más que detenerse en la sola y sombría oscuridad de la eterna soledad cognitiva; en este soliloquio infernal sentidamente nauseabundo queda la queja de nosotros mismos y de nuestra sombra. No  conocemos sentimiento más delatador, más infortunadamente cierto que la reserva a lo desconocido; es la codicia de lo curioso que no puede avanzar más allá de lo que ya se ha dicho, o la permanente sedicia del conocimiento que lleva al intelecto a flaquear por lo ignoto de nuestra socorrida ignorancia. 

Juventud del alma que no espera siquiera un poco de esperanza para alcanzar el terreno de lo profundo ni la honda melancolía de descifrar el misterio de lo tremendamente inexplicado. Tiempo largo, no somos nosotros que desesperamos de ti, es el alma, en el más intrigante de los misterios, embarcada en sus interminables desvelos, disociada en esencia de lo pasajero, transportadora de lo sublime y de lo perpetuamente bello que se inmortaliza en sus sabios desdenes. Ella no conoce del dolor de la carne ni de sus aflicciones palpables y aun hablando de su dudoso desespere ella se mantiene inmutable ante la presencia de las inimaginables adversidades. 

Sólo el fluir de las palabras las define, esas malditas palabras que tratan de enturbiarlo todo, esas que intentan alejarme de su sublimidad. No lloraremos de dolor ni emoción al transitar por ti, enemigo constante, con tus calles altas de sinusoides interminables que desesperan, no atardecen nunca y sus días parecen eternos, siempre tristes, interminablemente agónicos en su recorrido. Calles de memorias en sus asfaltos, en las lineas que definen sus vías. Derechas e izquierdas hirientes, señales malditas que abruman en un universo inédito, anónimo. Bifurcaciones cruentas, culpables silentes de un futuro vacilante.