El Fanfarrón
El niño se queja; su rostro es un
montoncito de pliegues que sirven para mostrar su desencanto. Dos lágrimas
salan sus amplios mentones. El abuelo camina tranquilo, al acercarse, con
cuidadosa e imperceptible ternura roza con la mano izquierda el rudo cabello de
su nieto. Parados frente al gran ventanal miran el mar, que empujado por la
brisa tibia truena al desdibujarse en la rocallosa orilla, elevando al cielo
espumas formadas por millones de diminutas gotas de agua que femeninas decoran
el ambiente, queriendo regalar un arcoiris, también de emociones, a los
observadores.
El niño se queja porque en la escuela sus amiguitos lo acusan de
ser negro y “feo” y de no tener el pelo como ellos. El abuelo, con rostro
sonriente y voz paternal le pregunta ¿No te hice el cuento del joven forzudo
que pretendía humillar con su figura a dos jovencitos en compañía de una bella chica cuando regresaban de la
escuela? Los grandes ojos negros del niño miraron con curiosidad el rostro de
su abuelo que todo lo sabe; su abuelo con cara de pasa y mirada inteligente,
más inteligente y más sabia que la de su papá. Ven, siéntate en mis piernas y escucha
con atención, que es cortito y no te vas a aburrir.
“Había una vez, dos amiguitos
regresaban de la escuela, conversaban de lo bien que les había ido en el
examen. Como eran muy pobres usaban remiendos en sus pantalones; al morenito,
flaco y chiquito hasta se le veían los dedos a través de las medias, porque sus
zapatos estaban rotos. En el camino alcanzaron a una jovencita rubia y bonita,
que adornaba su cabello dorado con dos trenzas que le tocaban cada hombro. Al
mirarla de cerca los niños comenzaron a decirle cosas bonitas. Ella se sentía
contenta pero con un poco de vergüenza, porque era una niña decente. Habían
caminado dos esquinas acompañándola, cuando se toparon con un jovencito alto,
sin camisa, que pretendía con la presunción de su figura humillar a nuestros
dos galanes.
Y no te da vergüenza caminar con
estos dos descuidados. – dijo con voz
altanera el fanfarrón.
La niña reaccionó con desagrado
ante el gesto del nuevo galán. Pero sintió pena porque sus acompañantes no
podían competir con su elegancia.
Si deseas te acompaño, para que
andes con alguien que esté a tu altura. – pronunció de nuevo, expandiendo
su torso dejando ver su bien delineada figura.
Los niños miraron a la niña, y
esta, sabiendo que sus galanes perdían terreno los miraba con ansiedad
esperando una reacción.
El morenito, flaco y chiquito,
dirigió la vista hacia su opositor, que pavoneándose dio dos pasos hacia ellos
para mostrar de una vez por toda su superioridad, y venciendo su intimidación
nuestro amiguito le dijo
-
Te crees con buen cuerpo porque eres alto y porque
levantas pesas.
¡Claro que lo tengo! y mejor que
el de ustedes dos juntos. – dijo, y
sacudió de un lado al otro su cabeza, moviendo rítmicamente su melena.
El segundo de nuestros galanes no
encontraba que decir, cabizbajo evitaba la mirada de la chica, pero el
morenito, flaco y chiquito hábil para las respuestas preguntó
– ¿La cabeza es parte del cuerpo?
Todos lo miraron extrañados,
incluyendo el supuesto galán, que procedió a contestar
-
Si, claro que es parte del cuerpo, ¿Quién no sabe eso?
Y como quien vence en una guerra
nuestro galán dijo con orgullo
- Entonces no creo que tengas
mejor cuerpo que yo.
El fanfarrón reaccionó derrotado,
y se alejó diciendo maldiciones y palabras difícilmente pronunciables por
aquellos que realmente tienen lindo y buen cuerpo.
La niña sonríe orgullosa, se sitúa
en medio de sus dos hermosos acompañantes, y tomados de los codos avanzaron sonrientes
hasta donde el camino los separó.”
El niño baja súbitamente de las piernas de su abuelo. Sonríe complacido,
siente alegría de infante, su corazón le pide que brinque y salte, y se coloca
de nuevo frente al gran ventanal, desde donde puede ver las olas en su perpetuo
vaivén. Sabe que sus amiguitos ya no podrán ofenderlo con esas frases que lo
herían cada mañana en la escuela. Sus ojos brillan de emoción y de asombro y da
gracias a Dios por ser tan generoso al darle un abuelo con tanta sabiduría, que
todo lo sabe; su abuelo, con cara de pasa y mirada inteligente, más inteligente
y más sabia que la de su papá.